Decidir ser

Hace unos días me encontré ante una valla publicitaria que incluía a grandes letras una cita de Viktor Frankl, ¿Qué es, en realidad, el hombre? El ser que siempre decide lo que es. Que una inmobiliaria recurra al gran maestro de existencialismo no es poca sorpresa, acostumbrados como estamos a eslóganes rimbombantes pero vacíos de contenido. Pero, además, es llamativa la elección de la frase y el pensamiento que tiene detrás: el hombre es un ser que es.

Es una de las ideas filosóficas más antiguas y controvertidas, origen y desarrollo de la metafísica, expresionismo punteado que hereda el pensamiento existencialista y, más recientemente, quebradero de cabeza del realismo filosófico. To be, or not to be, that is the question, hace decir Shakespeare al príncipe Hamlet al comienzo de su conocido soliloquio. Es la cuestión, inalterable incluso en nuestros días, que toca lo más profundo y central de la condición humana, por lo que podríamos decir que es esa capacidad de preguntarnos por lo que somos la que nos permite realmente ser.

Pero Viktor Frankl va un paso más allá. Desde su espacio existencialista de reflexión nos lleva de la mano para percibir que la realidad de la existencia no está simplemente en ser o en no ser, sino en nuestra capacidad para decidir ser, y por extensión para optar, para tomar decisiones frente a situaciones de negatividad que buscan suprimir nuestro propio ser.

Frankl habla en primera persona, desde experiencias vitales que no dejan lugar a dudas sobre su conocimiento de los infiernos del no ser. Es precisamente ante los actos y gestos de inhumanidad que se nos pide poner el acento en lo que somos, porque los laberintos existenciales en los que nos movemos no pueden convertirse en pozos oscuros y sin fondo sino en oportunidades. Los desafíos no son condenas sino portales para desarrollar nuestro propósito vital. Esto no significa que el no ser deje de formar parte de nuestra vida, está en ella y la completa, ignorarlo deliberadamente solo nos conducirá a una falsa sensación de seguridad y de felicidad. La clave, por tanto, está en nuestra capacidad de decidir, optar y trabajar por el ser, pero también de movernos en el no ser. No se trata de una disyuntiva, como la melancólica cuestión hamletiana, sino de la osadía de nadar en las aguas del ser y no ser.

Es en ese movimiento que decidir ser se convierte en una apertura de sentido, pero sin ser un estado inmutable. Parménides lo describe como sustancial y configurador de nuestra condición humana, Heráclito lo entiende como un permanente fluir, humanidad en movimiento desigual e irregular, y por eso mismo lleno de nuevas formas y tonalidades entre el ser y el no ser, como el fluir de un río. La decisión es parte de nuestro aprendizaje, condición humana que no cesa en su devenir, que es continua transformación. Esta es nuestra grandeza y nuestra miseria en cuanto seres finitos. El desafío es lograr comprenderlo al tiempo que tomamos cada decisión, optar por ser sin olvidar que también somos parte del no ser.

Pedro Huerta

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