Los versos de la comedia

Ante la realidad, solemos mantener una actitud que la completa. Viene definido por el denominado principio de cierre de la teoría de la Gestalt: en la percepción de una realidad que no está cerrada, nuestro cerebro trabaja en completar la información que falta para transmitir una forma completa. Es un ejemplo de que preferimos la estabilidad, nos tranquiliza comprobar que hay un sentido de lo que ocurre a nuestro alrededor, y nos invade la incertidumbre cuando no es así.

Una curiosa anécdota del comediógrafo griego Menandro, amigo de filósofos y él mismo un gran pensador, cuenta que era perseguido por el director de una función cuyo texto aún no había entregado. A pocos días del estreno, el director exigió al autor la obra prometida, a lo que Menandro dijo: La comedia está lista, solo necesita que le pongan los versos.

La comedia ya está terminada, tan solo necesita que aprendamos a leer los signos de la vida. Ahí está, sin embargo, la dificultad. Nuestra obsesión con el cierre nos hará pensar que las cosas solo están terminadas cuando se ha puesto el punto final a todos los versos de la vida, nos conducirá por senderos tortuosos que buscan explicaciones en ideas contrastadas, sin dejar espacio a la improvisación, a la creación, al arte de vivir.

Los versos en la comedia son solamente una aplicación, pueden ponerse o quitarse, estar ahí y pasar desapercibidos o crear silencios embarazosos; en todo caso, no debemos aproximarnos a ellos como algo definitivo, porque pueden hacernos creer que únicamente lo cerrado tiene sentido, obligando a nuestro cerebro a concluir todo lo que no encaje con su idea de realidad y verdad. Cuando se trata de la comedia de la vida, no siempre la necesidad de los versos se convierte en virtud, nos requiere con el valor suficiente para aprender a disfrutar de ella, incluso sin versificar: saber narrar nuestras creencias por nosotros mismos, incluso prescindiendo de lo que otros nos han contado, aventurarnos a reconocer que la comedia está lista.

En algún momento tocará poner los versos a la comedia, rimar encuentros para que la memoria no se apodere de nuestra vida, equivocarse, improvisar, incluso callar, hacer nuestras las palabras que otros pensaron, inventar un nuevo lenguaje para descifrar el mundo y a las personas, sentir la libertad de ser aunque una máscara pretenda bloquear los sentimientos. Así son los versos de la comedia, un necesario atrevimiento.

Por cierto, cuando Julio César dijo aquello de Alea iacta est, antes de cruzar el Rubicón, estaba citando un verso de Menandro. Más allá del río fronterizo hubo muchos versos que poner.

Pedro Huerta

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