“Tampoco yo te condeno” (Jn 8,11)

En esta cuaresma, tiempo de misericordia, de liberar culpas y de cancelar condenas, me viene a la cabeza un relato singular del evangelio de Juan. Y digo singular porque los hemos leído tantas veces que dejamos escapar su mordiente. Me refiero al relato de la pecadora sorprendida en adulterio.

Sorprendida in fraganti, legalmente condenada según la ley judía, adelantando con su imaginación el efecto de las piedras de su condena sobre su cuerpo, la mujer se encontraba en el centro, acorralada. Sus jueces y verdugos antes de cumplir con el precepto prefieren “matar dos pájaros de un tiro” y piden a Jesús su parecer sobre la legalidad de la condena. El Maestro escribía en la arena. No sabemos qué. Alguna tradición ha visto en el gesto la indiferencia ante el duro corazón que todo lo condena, otra tradición sugiere que Jesús escribe con sus dedos los pecados de cada uno de los presentes,…no lo sabemos con certeza. Acto seguido, Jesús exclama: “El que esté libre de pecado tire la primera piedra” (Jn 8,7) Todos comienzan a abandonar el lugar, los primeros, los mayores.

Jesús suspende el juicio e introduce una nueva realidad, impensable: la salvación. A la lógica culpa-condena, ofrece la alternativa culpa-salvación. Frente a la mujer, ya los dos solos, el Maestro anula la justa condena, separa culpa y castigo, y abre un nuevo horizonte. Descubre en la culpa una posibilidad para la vida.

Aferrados tantas veces a nuestras “culpas” estas palabras nos invitan a salir del círculo vicioso del auto-enjuiciarnos y del enjuiciar a otros. Esta es la paradoja de nuestro corazón: ¡qué difícil perdonarnos, qué fácil condenar a otros! Como si de borrar palabras escritas en la arena se tratara, hemos de romper el círculo de la condena que nos encierra y con la que acosamos a otros; abrirnos a las posibilidades de vida que aún palpitan lentamente en aquello que culpabilizamos o que nos culpabiliza. ¡Que tu mayor condena sea ofrecer vida! Déjate sorprender por las palabras de Jesús: Tampoco yo te condeno (Jn 8,11) ¡Suspende el juicio sobre tu corazón y ábrelo a la vida!; en esto consiste la misericordia: ¡pon corazón en donde hay miseria!

Ignacio Rojas Gálvez

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