La vocación religiosa

La vocación religiosa, para mí, no es algo que se tiene, sino algo que se construye cada día. La vocación es algo que siempre está en ciernes y, más aún, se adecua y moldea a cada momento de la vida. El profeta Isaías ilustraba muy bien esta experiencia cuando decía: «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?» (43,18).

La vocación nació en mí como respuesta a un ambiente juvenil en el que ebullían inconformismo e idealismo, camaradería y rebeldía. Posteriormente, a medida que transcurrían los tiempos, se tiñó de sensibilidad social, haciendo propias aquellas palabras del Señor: «He visto la aflicción de mi pueblo y he escuchado su clamor» (Ex 3,7); de ahí la labor pastoral en hospitales psiquiátricos y en prisiones. Más adelante se me confió la tarea de pastor, para crear, animar y acrecentar una comunidad parroquial de gentes con una misma convicción de fe, un mismo anhelo de esperar y un mismo deleite de amar. No puedo dejar de mencionar los bellos años trascurridos en un Santuario Mariano, haciendo que quienes acudían a él encontrasen la ternura maternal de una Madre.

No quisiera entenderse la vocación religiosa sólo como respuesta a una necesidad eclesial o social, sino la respuesta a una experiencia de fe que se fragua en la propia interioridad, allá donde se dividen el alma y el espíritu, coyunturas y tuétanos (cf. Hb 4,12). Habrá vocación si hay gusto por la soledad y encanto por el silencio, porque es ahí donde más inteligible se hace la Palabra de Dios que habla al corazón (cf. Os 2,16). La vocación tampoco es una palabra dirigida sólo a una persona, sino que la vocación es compartida. Dios llama, con las mismas palabras, con la misma intensidad, con la misma convicción a quienes tienen distintas sensibilidades, distintos criterios, distintos valores.

Y es una vocación religiosa trinitaria, según la experiencia de San Juan de Mata del año 1198, un legado histórico que se hace presente y se expresa en el futuro. Es deseo de libertad interior que se proyecta en el exterior, generando una sensibilidad y un compromiso por quienes carecen de ella.

Vicente Basterra

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