¿Qué es ser religioso trinitario?

En síntesis, diría yo, es vivir respondiendo a una llamada de Dios, que toma la iniciativa y llama a alguien, ¿a ti?, personalmente. Solemos llamar a esto vocación.

La llamada de que hablamos se produce en el contexto de la respuesta a otra previa, la llamada cristiana a seguir a Jesús de Nazaret. El humus en que se acogen ambas llamadas es habitualmente una familia que vive la identidad cristiana y educa en ella a sus hijos. Y, posiblemente, en una escuela que prolonga y complementa la acción familiar.

Antes, hace muchos años, las circunstancias de la llamada solían acomodarse a un formato diferente del actual. Pongamos que un rumboso fraile, vestido con su hábito tricolor, aterriza un día en tu escuela e invita a los escolares a hacer una atractiva experiencia en un Colegio-Seminario trinitario. Y algunos escolares se apuntan.

Y luego, aquel germen de vocación, en algunos, se hace fecundo, brota, crece y madura. Y acaba desembocando en una consagración de por vida, con votos solemnes: con el compromiso de seguir con radicalidad a Jesús de Nazaret dentro de la Orden de la Santa Trinidad y de los cautivos.

Y, ¿cómo es la vida de alguien que hecho esa opción? Pues...

La vida del trinitario, tal como la diseñó su Fundador, San Juan de Mata, en el siglo XII, es una vida                                                                                                                                                 

·      en comunidad con otros hermanos,                                                                                             

·      consagrada a la Trinidad Redentora,                                                                                        

·      para una misión: redimir cautivos.

La Orden de la Santísima Trinidad se originó en la inspiración de su Fundador, que después tomaría cuerpo y estructura en una doble experiencia vivida en y con un reducido grupo de ermitaños, la primitiva Comunidad de Cerfroid, en Francia: 

                                                                                                                                                                                                                          -Por una parte, la experiencia de un Dios Trinidad comprometido por amor con la liberación del hombre. A lo largo de ocho siglos largos de historia, los hijos de Juan de Mata se han nutrido de esta experiencia de Dios como Trinidad Redentora: Dios Padre, que envió al mundo a su propio Hijo para redimirnos; Dios Hijo que, en cumplimiento de su misión redentora, nos amó hasta la entrega de su vida; y Dios Espíritu Santo que, prometido y enviado por el Hijo, prolonga su presencia y nos habita.                                                                                                                                                                      

- Y por otra, la experiencia del hombre cautivo, herido en su dignidad. Aquellos cautivos de ayer son, en palabras de Juan Pablo II a los trinitarios, los excluidos de hoy, "los perseguidos y discriminados a causa de su fe religiosa, de la fidelidad a su conciencia o a los valores del Evangelio".

Los trinitarios de hoy estamos empeñados en reencarnar aquella doble experiencia, reviviendo creativamente en nuestro presente las actitudes de nuestro santo Fundador.

Andrés de la Cal

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