Ignacio Rojas, testimonio que los votos religiosos son la base de la felicidad religiosa
A veces perdemos de vista que la vida religiosa está hecha de renuncias y aceptaciones, de sacrificios y concesiones. Hoy, al igual que algunos padres que no quieren tener muchos hijos para poder darles todo, en las Órdenes religiosas ofrecemos a los candidatos una visión en la que no se muestran ni las dificultades ni nuestras limitaciones, como si fuéramos super héroes.
El personaje que queremos presentar, Padre Ignacio Rojas, ha demostrado a lo largo de su amplia experiencia, que los votos religiosos son la base de la felicidad religiosa. Siendo de Badajoz, entró en la Orden Trinitaria el 1 de octubre de 1986. Seminario Menor, noviciado y estudiantado fue fundamentalmente su periodo de formación. Esta última etapa de formación la realizó en nuestra casa romana de San Carlino alle Quattro Fontane. Buen estudiante. Precisamente por esta cualidad de poder realizar grandes estudios y una capacidad de aprender idiomas opto por acometer su licencia, también en Roma, en Teología Bíblica.
Periodo hermoso que tuvimos todos los que vivíamos juntos en la casa más importante de la Provincia Española. Ambiente de familia y fraternidad. Conscientes de nuestra vocación trinitaria vivida en la intensidad que el postconcilio nos pedía. Es verdad que éramos un grupito excepcional.
En este contexto, después de la cena, nos encontrábamos viendo la televisión. Los comentarios de Fray Luis eran de un humor fino: la Laurito, Totò…. De pronto suena el teléfono. Nuestro protagonista, que era el que se encontraba más cerca de la habitación del teléfono (aún no se habían inventado los móviles), va a responder. Después de unos minutos regresa con la cara pálida. ¿Qué pasa? ¿Quién era? – el provincial y me ha dicho que en la comunidad de Granada hay problemas y dificultades y que debo dejar San Carlino para irme allí para ayudar. Me manda a Granada. 15 febrero 1999.
Analicemos la situación con sinceridad. Un joven, que se estaba empeñando por desarrollar unos estudios que además le gustaban, con esfuerzo notable para tener su licenciatura con buenas notas, que seguramente había renunciado a opciones más cómodas, en mitad de su tesis, ahora, en esa realidad concreta, debe dejarlo todo, cambiar completamente de vida y empezar algo distinto. Renunciar a un proyecto de vida que se le había pedido que hiciera para entrar en un nuevo proyecto que destruía radicalmente el anterior. Y todo por obediencia. Este sentido del voto de obediencia es la característica fundamental de nuestro protagonista. Quien lo conozca puede decir que lleva casi toda su vida en la misma casa. Pero hay que reconocer que es una casa que él no eligió, ni preveía, pero que está allí por obediencia. Un lugar que le separó radicalmente de sus proyectos, de su futuro, pero que se encuentra allí por obediencia. Hoy día si la obediencia no es dialogada, pensamos que no es una obediencia justa.
Pero esa renuncia a sí mismo, como aceptación de la vocación a la vida religiosa tuvo sus beneficios. Terminó su licenciatura y su doctorado en teología bíblica, lo que le ha dado la oportunidad de ser un reconocido profesor en la materia, incluso actualmente es decano de la facultad de teología. Pero para la Orden es un personaje, como decíamos al principio de esta reflexión. La Curia le nombró presidente del Secretariado para la Formación y en el próximo capítulo deberá estar presente para exponer la Ratio formationis trinitaria. Un documento que ya desde ahora hemos visto que es un gran instrumento. En este sentido, suponemos que asistirá como delegado de la provincia para el Capítulo.
Quizás hoy cuesta ver el sentido del voto de obediencia, quizás no entendamos su significado más leal y honesto. Pero cuando descubrimos a personas que no han buscado hacer su propia voluntad sino servir a la necesidad de lo que la Orden requiera, incluso cambiando sus proyectos, entonces sí podremos entender la verdadera expresión de este hermoso voto.
Antonio Aurelio Fernández