San Juan Bautista de la Concepción

San Juan Bautista de la Concepción ha pasado a la historia como el reformador de la Orden de la Santísima Trini­dad. Por sus escritos, figura entre los grandes místicos del Siglo de Oro de España. Nace en el seno de una familia de ocho hijos en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) el 10 de julio de 1561. Su padre, Marcos García Xijón, está emparentado con San Juan de Ávila. Su madre se llamaba Isabel López Rico. En su adolescencia se relaciona con los carmelitas descalzos de Almodóvar, cuyo hábito desea vestir. Pero no se cumplen sus deseos, aun contando con la aprobación de la familia y con la aceptación de los carmelitas.

En junio de 1576 conoce en su pueblo a santa Teresa de Jesús, de visita a los carmelitas, que se hospeda en su casa familiar. Más tarde leerá con interés los libros de la Santa, a la que hará referencia con filial devoción. Cursa dos años de filosofía en las universidades de Baeza y de Toledo. A los 19 años de edad viste en Toledo el hábito trinitario, momento en el que comienza a llamarse Juan Bautista Rico. Al emitir su profesión religiosa (29 de junio de 1581), abraza el programa de vida de los trinitarios de la antigua observancia. Después estudia cuatro años de teología en la célebre universidad de Alcalá de Henares, al término de los cuales es ordenado sacerdote (1585). Posteriormente pasa 16 años, sin intención ninguna de hacer reformas, desempeñando con mucho fruto para sus oyentes el ministerio de la predicación en calidad de predicador oficial de varios conventos (La Guardia, Membrilla, Sevilla). En los años de Sevilla (1594-1596) goza de gran estima en el convento y fuera de él. Cuenta con una óptima formación filosófico-teológica y admirables cualidades morales y humanas que le valen el ser reconocido como «el teólogo» y uno de los mejores predicadores de la Orden Trinitaria. Su conciencia y la voz de los superiores y hermanos le aseguran que ése es el puesto en el que Dios le quiere.

Los trinitarios, aun aceptando las directrices de reforma del concilio de Trento, son por entonces reacios a instaurar en la Orden una reforma radical, como hizo Santa Teresa con los Carmelitas. Sólo tardíamente (1594) las provincias españolas decretaron, bajo la presión del rey Felipe II, la instauración de algunas casas de recolección o de vida más austera. En Valdepeñas se instaura la primera casa de recolección. Juan Bautista de la Concepción, a pesar de alegrarse por dicha medida de reforma, se resistió a abrazarla, apoyado en su salud enfermiza y en la desconfianza que le merecía la actitud inoperante de los superiores. En Sevilla, donde destaca como predicador oficial del convento, tantea sus fuerzas y excluye para sí el rigor de la Reforma. En enero de 1596, con ocasión de la fiesta de Santa Inés, patrona de la Orden, brota en su espíritu el primer deseo de ser recoleto, «pero —admite— claramente lo resistí».

Tuvo que intervenir Dios con una gracia extraordinaria para hacerle cambiar de vida entrando en la casa de recolección de Valdepeñas (febrero de 1596). Un día en el que el joven predicador sale de Sevilla por motivos muy humanos, se le manifiesta el querer intransferible de Dios bajo el signo de una tormenta impetuosa. Y es entonces cuando, así acorralado y urgido, tiene que optar de una vez. Y se entrega: «Señor, me haré reformado en Valdepeñas». Y lo hace con plena conciencia y con todo su ser: «Pasó la tempestad y yo quedé recoleto con voto y con obligación y con deseo y voluntad». Es un fiat incondicional e irrevocable. Llega a Valdepeñas (26 de febrero de 1596) «a ser descalzo de veras». Abraza en todo su radicalismo la Regla primitiva. Como ministro de la casa (mayo 1596-verano 1597), orienta sus desvelos al asentamiento de sólidas bases espirituales en la comunidad. Insiste en una vida de pobreza, humildad, penitencia, fraternidad.

Cuando se ve abandonado por sus superiores, enemigos de la reforma, en octubre de 1597 inicia su viaje hacia Roma, con un propósito fundamental: solicitar la confirmación de la Regla primitiva, esto es, la aprobación de un modelo de vida conforme a la Regla de san Juan de Mata. La estancia en Roma (1598-1599) termina de acrisolar su espíritu según los designios de Dios. Allí, a la espera del veredicto pontificio, a punto de abandonar el proyecto e incluso el hábito trinitario por culpa de dolorosos contratiempos, persecuciones, hostilidades, desalientos, acometidas del maligno y conflictos espirituales, precisamente en ese momento angustioso Dios le reclama la opción personal definitiva entre la vida recogida de un convento carmelita y la continuación de sus trabajos en favor de la reforma. Por fin, el 20 de agosto de 1599 Clemente VIII promulga el breve Ad militantis Ecclesiae regimen, con el que erige la «Congregación de los hermanos reformados y descalzos de la Orden de la Santísima Trinidad», obligada a la fiel observancia de la Regla primitiva. En el escrito en que narra el itinerario del proceso de reforma, insiste en que la reforma trinitaria es obra exclusiva de Dios.

En la fiesta de la Inmaculada Concepción de 1599 Juan Bautista, ya en Valdepeñas, presta obediencia al delegado pontificio, el carmelita Elías de San Martín, autoridad superior de los trinitarios descalzos hasta que estos no tuvieran ocho casas, y asume su nuevo apellido religioso: de la Concepción. Desde su profesión como reformado el 18 de diciembre de 1600 en la casa de Valdepeñas, se dedica a fundar nuevos conventos, logrando en Valladolid el octavo, con lo cual ya se puede constituir una provincia independiente. Así, el capítulo celebrado en Valladolid (8-11-1605) le elige ministro provincial. Por las mismas fechas tiene los primeros contactos con el Duque de Lerma, que desde entonces será su brazo secular protector, obteniéndole también el apoyo de Felipe III. Durante su mandato trienal como ministro provincial (1605-1608), al paso que defiende la Reforma de numerosos ataques, prosigue la actividad fundacional. La cruz griega, de forma rectangular, que impone en el hábito descalzo le acarrea, por denuncia de los calzados, un proceso en la nunciatura, terminado con sentencia a su favor.

Promueve personalmente la fundación de 16 conventos, de un total de 18 (uno de ellos en Roma) dejados a su muerte. El año 1612 apoya la creación de la primera comunidad de monjas trinitarias descalzas en Madrid. En el convento trinitario de Córdoba, por él fundado fallece el 14-II-1613. Allí se veneran sus sagrados restos. Fue beatificado por Pío VII el 26 de septiembre de 1819 y canonizado por Pablo VI el 25 de mayo de 1975.

Nos ha dejado una rica producción literaria[1], reflejo en buena medida de su elevada experiencia espiritual, en la línea de santa Teresa de Jesús y de otros grandes místicos de su tiempo. Es asceta y místico, predicador popular y teólogo, reformador y maestro de espíritu, en simbiosis perfecta. Así, sus libros reflejan esa variedad de facetas vitales en un cuerpo literario original. Para conocer su experiencia al frente de la Reforma trinitaria es fundammental leer su primer escrito:Memoria de los orígenes de la Descalcez trinitaria.


[1]Edición crítica: San Juan Bautista de la Concepción, Obras completas, 4 vols., Madrid 1995-2002.

Juan Pujana

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